HACE FALTA SILENCIO

Ya no existe el silencio. Lo busqué bajo la cama, pero hablaban los vecinos; lo busqué en la cocina, pero hablaba el calentador; lo busqué en el salón, pero hablaba el televisor; lo busqué en el coche, pero hablaba el conductor; lo busqué en el cielo, pero hablaba mi cabeza. El ruido del mundo acalla el silencio del alma. Es una extraña paradoja. Tan extraña como real. Yo misma, como profesora de 18 angelitos de 2 años, soy una amante del silencio y a veces lo suplico a gritos, otra singular paradoja; Suplicar a gritos una respuesta silenciosa es tan absurdo como buscar una bomba corriendo sobre un campo de minas; Para cuando la encuentres estarás muerto.
No debería ser así. Hace falta silencio para escuchar el viento, hace falta hablar bajo para saber cuando nos responderán, hace falta silencio para cuando ocurra un milagro, hace falta silencio para darnos cuenta;

Hace falta silencio.

Nos quejamos de que no ocurren cosas extraordinarias, nos lamentamos porque no tenemos suficientes pruebas, nos indignamos porque no se nos dicen las cosas al oído, sin embargo, nadie escucha la respuesta.

En el Evangelio de San Marcos se nos cuenta que el Jairo corrió en busca de Jesús porque su hija estaba muriendo. Le pidió ayuda y esperó en silencio una respuesta. Buscó donde debía buscar. Jesús le acompañó a casa, y al entrar en ella encontró un gran alboroto. La hija había expirado y las plañideras (señoras a las que se pagaba y contrataba por llorar la muerte de algún familiar o amigo) lloraban y clamaban al cielo “¿Por qué ha muerto? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡No era su momento! ¿Por qué lo has hecho Señor? ¿Por qué?”; - Preguntaban.
Jesús, sorprendido les dijo a todos “¿Por qué alborotáis y estáis llorando? La niña no ha muerto, sino que duerme.” Allí tenían su respuesta a sus preguntas, pero todos se reían de él. El mundo no le escucha, se ríen de Él. Le ignoran y luego lloran, preguntándose y reprochándole porque Dios se llevaría a una niña tan joven. Se preguntan por qué, pero no aguardan una respuesta. Buscamos respuestas a grito pelado, ahogando la voz que responde “No está muerta. Está ocurriendo algo extraordinario, pero no eres capaz de verlo porque no atiendes, no escuchas.” Él, no puede trabajar con el alboroto de un mundo que no escucha y hace salir a todos; toma consigo a los padres (aquellos que fueron a buscarlo) y les dijo: “No temáis, sólo tened fe”. Jesús fue a dónde la pequeña y le dijo “Niña, a ti te digo, levántate”. Y la pequeña despertó. A continuación pidió a los padres que nadie se enterara de aquel suceso.
Aquellos que pidieron ayuda, que buscaron respuesta donde debían buscarla y esperaron, la tuvieron. Supieron huir del ruido. Supieron preguntar en silencio y esperar una respuesta, incluso cuando parecía que no había respuesta posible porque todo estaba perdido. Aquellos que gritaban, lloraban, se limitaban a preguntar por qué sin aguardar respuesta y armaban alboroto jamás supieron de la respuesta a su pregunta. Jamás supieron del milagro.
Es importante preguntarse, es bueno tener dudas, tener preguntas, inquietudes. Pero para obtener respuestas hay que encontrarlas, pedirlas. Se necesita silencio, huir del tumulto y esperar paciente. No vayamos a quedarnos fuera de la sala cuando por fin se dé el milagro de la respuesta.
 
De vez en cuando hace falta salir a donde hace frio, abandonar la comodidad y el calor del hogar y buscar en silencio el hoyo donde pueden estar enterradas las respuestas. A veces se encuentran en el horizonte. A veces tras los párpados. A veces en la humedad de una lágrima. A veces a lo largo de los años. Pero no hay que tener miedo, hay que tener fe, porque existen las respuestas. Se encuentran, si acallamos el mundo para escuchar el silencio del alma.


La pregunta es... ¿queremos respuestas? o es más fácil lamentarse, echar la culpa a alguien y vivir sin ellas. Quizá obtener respuestas, nos plantee un diálogo que cueste esfuerzo mantener.
Personalmente, creo que vale la pena ver los milagros que ofrece el mundo.

Simplemente, Paula Casaña

Silencio de nuestros ojos.
Silencio de nuestros oídos.
Silencio de nuestras bocas.
Silencio de nuestros espíritus.
En el silencio del corazón,
Dios hablará.

Teresa de Calcuta 

Comentarios

  1. Gracias por enviarnos esta colaboracion. Me encanta lo que has escrito, porque hoy hay mucho ruido y queda silenciado lo esencial. Hay un silencio negativo sobre lo esencial. Quizás más bien los caminos del silencio, tal como nos los venden, lleven a la mentira. Cuando deberían llevar a todo lo que tu dices. Con cariño. Maria CD

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